
¿Viajas a Punta Cana? Te contamos las mejores actividades, lugares imperdibles y recomendaciones útiles para planear tu experiencia.
Hay destinos que no se eligen solo por su ubicación o fama, sino porque despiertan una intuición particular. Punta Cana, en el extremo oriental de República Dominicana, produce justamente ese efecto. Con solo imaginar su mar turquesa y su arena clara, uno siente que el cuerpo empieza a ceder al descanso. Pero más allá de los clichés —resorts con barra libre, reposeras enfrentadas al mar, cócteles con sombrillita— este rincón tiene capas más profundas. Basta con correr apenas la cortina del all-inclusive para descubrir que el plan puede expandirse y tomar formas inesperadas.
Lo que conviene saber antes de hacer la maleta
Es recomendable llevar ropa liviana de manga larga para las salidas nocturnas o visitas a zonas más boscosas, sobre todo por los mosquitos. También resulta útil un buen calzado cerrado y cómodo, ideal para excursiones o caminatas por senderos irregulares.
En cuanto al transporte, muchos paquetes a Punta Cana ya incluyen traslados desde y hacia el aeropuerto, pero quienes desean moverse a su ritmo pueden alquilar un auto. En ese caso, es importante optar por empresas reconocidas, revisar con atención los seguros incluidos y preguntar por las condiciones del vehículo, ya que algunas rutas pueden estar mal señalizadas o ser poco transitadas.
La moneda oficial es el peso dominicano, aunque en zonas turísticas se aceptan dólares sin problema. De todas formas, conviene tener algo de moneda local para compras pequeñas. También se acostumbra dejar propina del 10% al 15%, salvo que ya esté incluida en la cuenta.
Aventuras bajo y sobre el agua
El mar Caribe, protagonista de todas las postales, tiene más para dar que un simple baño. Es cierto que quedarse flotando en su temperatura amable ya es un lujo en sí mismo, pero quienes buscan experiencias más activas no van a quedarse con las ganas.
Una de las propuestas más recomendadas es el snorkel en Isla Catalina, una pequeña joya cerca de La Romana. Las excursiones que parten desde Punta Cana llevan hasta este punto donde los corales vivos, peces multicolores y aguas cristalinas configuran un universo submarino sorprendente. La experiencia, además de visual, es sensorial: flotar en ese silencio tiene algo de ritual.
También hay salidas en catamarán, pensadas para quienes quieren combinar navegación con fiesta. Música, almuerzo a bordo, paradas en piscinas naturales donde el agua apenas llega a la cintura y mucha alegría compartida entre desconocidos. Es un tipo de plan que no necesita traducción: se vive con el cuerpo entero.
Y para los más aventureros, el buceo con instructores certificados permite sumergirse en escenarios poco comunes. Entre ellos se destaca el Astrom, un barco encallado frente a Playa Bávaro que se convirtió en un punto icónico para exploraciones submarinas. Los restos del naufragio, cubiertos por algas y vida marina, aportan una dimensión casi cinematográfica a la inmersión.

Cuando el camino se aleja del resort
Aunque el mar y la playa concentran la mayor atención, alejarse del entorno costero ofrece un contraste refrescante. El interior de la región guarda secretos menos evidentes pero igual de memorables.
Uno de los mejores ejemplos es la Reserva Ecológica Ojos Indígenas, un área protegida con senderos entre árboles nativos y lagunas de agua dulce, donde está permitido nadar. El lugar, gestionado por la Fundación Grupo Puntacana, conserva una atmósfera serena y natural que invita a caminar sin prisa y conectar con el entorno.
Para quienes prefieren explorar con algo más de adrenalina, las excursiones en buggy o cuatriciclo son una forma divertida de conocer caminos rurales, atravesar charcos y descubrir fincas locales. Estas paradas en plantaciones de cacao, tabaco o café permiten charlar con productores, degustar sabores auténticos y entender parte de la cultura dominicana que no siempre llega al turista.
Otra escapada muy recomendada es a Altos de Chavón, una réplica de un pueblo mediterráneo en lo alto de una colina sobre el Río Chavón. Si bien se encuentra a unos 90 minutos de Punta Cana, el viaje vale la pena. El lugar, además de pintoresco, alberga talleres de artistas, galerías y un anfiteatro al aire libre que ha recibido a figuras como Frank Sinatra o Shakira. De vez en cuando, el arte y la historia también encuentran su espacio entre palmeras y playas.
Sabores que no vienen en formato buffet
En materia gastronómica, Punta Cana tiene una doble cara. Por un lado, los hoteles ofrecen opciones internacionales pensadas para todos los gustos. Pero basta con alejarse unos kilómetros o salirse de la carta típica del resort para encontrarse con los sabores más propios del país.
Platos como el sancocho (una sopa espesa de carnes y tubérculos), el mofongo (puré de plátano verde con ajo y chicharrón) o los clásicos tostones aparecen en pequeñas fondas, puestos de comida o restaurantes familiares de la zona de Bávaro. Allí, la cocina se prepara con menos protocolo y más historia.
También hay tours gastronómicos que incluyen visitas a mercados locales, donde el aire se llena de aromas a frutas tropicales, especias y mariscos recién capturados. Aunque en Punta Cana no abundan los mercados urbanos como en otras ciudades del país, lugares como Higüey, a unos 45 minutos, ofrecen un contacto más directo con la vida cotidiana. Para quien quiere sentir el pulso real del lugar, probar y preguntar, esa experiencia puede ser tan reveladora como un día de playa.