
Este no es un caso aislado de «cancelación cultural», sino una maniobra calculada que expone el giro autoritario de la administración Trump, donde el poder regulatorio se usa como garrote para silenciar a críticos, evocando tácticas de regímenes dictatoriales que priorizan la lealtad sobre los derechos constitucionales.
En un movimiento que ha encendido las alarmas sobre la erosión de la libertad de expresión en Estados Unidos, la cadena ABC suspendió «indefinidamente» el programa Jimmy Kimmel Live! el 17 de septiembre, apenas horas después que el presidente Donald Trump y su aliado en la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, ejercieran una presión abierta y amenazante contra la cadena de televisión.
El detonante: un monólogo satírico de Kimmel sobre el asesinato del activista conservador de extrema derecha Charlie Kirk, en el que el comediante ironizó sobre la respuesta de Trump y el movimiento MAGA al hecho.
Este no es un caso aislado de «cancelación cultural», sino una maniobra calculada que expone el giro autoritario de la administración Trump, donde el poder regulatorio se usa como garrote para silenciar a críticos, evocando tácticas de regímenes dictatoriales que priorizan la lealtad sobre los derechos constitucionales.
Durante su monólogo, Jimmy Kimmel abordó el asesinato de Charlie Kirk –líder de Turning Point USA y fiel aliado de Trump– perpetrado el 10 de septiembre por el francotirador Tyler Robinson.
Kimmel no celebró la muerte, sino que criticó cómo el MAGA intentaba «desesperadamente» distanciar al asesino de su ideología para ganar rédito político. Luego, bromeó sobre la respuesta fría de Trump a un reportero que le preguntaba por Kirk: el presidente replicó «muy bien» y divagó sobre renovaciones en la Casa Blanca. «Es una nueva fase del duelo: la de la construcción», ironizó Kimmel, vinculando la falta de empatía de Trump con una «cultura de la cancelación» selectiva que solo castiga a los disidentes.
Lo que siguió fue un vendaval de represalias gubernamentales. Brendan Carr, presidente de la FCC nombrado por Trump, irrumpió en un podcast conservador esa misma tarde, calificando los comentarios de Kimmel como «truly sick» (verdaderamente enfermos) y advirtiendo a ABC y su matriz Disney: «Podemos hacerlo por las buenas o por las malas». Carr insinuó «remedios» regulatorios, incluyendo revisiones de licencias de transmisión, y amenazó con acciones contra afiliadas de ABC que dependen de aprobaciones federales para fusiones millonarias, como Nexstar (que busca adquirir Tegna por 6.200 millones de dólares) y Sinclair Broadcast Group.
Horas después, Nexstar y Sinclair anunciaron que no transmitirían el programa, forzando a ABC a suspenderlo «indefinidamente» para evitar un «desastre regulatorio».
Trump, desde su visita de Estado al Reino Unido, celebró la decisión en Truth Social: «Buenas noticias para Estados Unidos: han cancelado el programa de Jimmy Kimmel, que ha tenido problemas de audiencia», y en una rueda de prensa en Londres insistió en que era por «falta de talento», aunque fuentes internas de Disney confirman que la presión de la FCC fue el factor decisivo.
Esto no es mera coincidencia: es un patrón dictatorial
Trump ha predicho desde julio que Kimmel sería «el próximo» tras la cancelación de The Late Show with Stephen Colbert en CBS por críticas similares. Ahora, el presidente flota la idea de revocar licencias a redes «en contra» de él, diciendo: «Eso debería discutirse para licencias… Tal vez deberían quitarles la licencia. Estará en manos de Brendan Carr».
La ley federal prohíbe explícitamente que la FCC castigue a broadcasters por cobertura negativa, pero bajo Trump, la amenaza basta para doblegar a corporaciones temerosas de multas o pérdida de espectro público.
El giro autoritario: De la amenaza a la censura estructural
El gobierno de Trump no oculta su ambición de transformar los medios en un ecosistema de propaganda. Carr ha declarado que esto es «solo el principio» de un «cambio masivo» en el «ecosistema mediático», y ya apunta a The View de ABC como próximo objetivo, calificando una investigación como «útil». El senador Chris Murphy (D-CT) advierte que detrás de la suspensión de Kimmel hay un plan aterrador para convertir la TV local en «propaganda de Trump», usando la FCC para aprobar fusiones solo a cambio de lealtad. Nexstar y Sinclair, que controlan cientos de estaciones, ya han cedido: emitirán tributos a Kirk en el horario de Kimmel, no episodios del show. Esta táctica evoca dictaduras clásicas: el uso de agencias reguladoras para intimidar, sin necesidad de decretos formales.
La comisionada demócrata de la FCC, Anna Gómez, lo denuncia como «censura flagrante» y un abuso del «poder gubernamental para suprimir expresión legal».
Líderes demócratas como Hakeem Jeffries y Chuck Schumer exigen la renuncia de Carr por «abuso corrupto de poder», acusándolo de forzar a ABC a «doblar la rodilla» ante Trump.
La ACLU lo califica de «abuso repetido de poder para detener ideas que no les gustan», recordando que Trump ya demandó a ABC (resuelto con 16 millones de dólares) y a otros medios. Incluso, aliados conservadores como Brit Hume de Fox News admiten que Carr «no debería haberse involucrado», reconociendo el peligro para la Primera Enmienda.