
Reconocernos como país también pasa por la lengua
Por Catalina Rodríguez Vergara
¿Qué dice de nosotros como sociedad el que se califique la lengua mapuche –o mapuzungun– como coa, lengua de delincuentes?
En una ficha penitenciaria, Gendarmería clasificó el mapuzungun como ‘coa’, el argot delictual. El hecho, más allá de la persona evaluada, revela una asociación peligrosa: lo mapuche confundido con lo criminal y la ignorancia del país hacia una lengua que ha marcado la fisonomía de nuestro dialecto. Este caso, en realidad, no es aislado: es la punta de un problema mayor, la persistente estigmatización del mapuzungun, que atraviesa nuestra historia, nuestro español y nuestra identidad cultural.
El habla de los chilenos está articulada por una variedad de préstamos léxicos que provienen desde el mapuzungun, como los nombres de ciertos lugares (Temuco, Cautín, Llaima, etc), nombres de fauna (puma, cóndor), expresiones cotidianas (pololo, cahuín) y fenómenos como la aspiración de la /s/ o el uso de diminutivos afectivos, solo por dar algunos ejemplos.
Esta estigmatización, sin embargo, no es nueva. Según la ONU, solo un 10% del pueblo mapuche habla mapuzungun y cada vez se transmite menos de generación en generación. Esto es una consecuencia directa del proceso de pacificación de La Araucanía, desarrollado a finales del siglo XIX, el cual restringió y reprimió el mapuzungun en escuelas y comunidades. Los efectos de este proceso histórico represivo se pueden observar hasta el día de hoy. Por ejemplo, en la vergüenza y el resquemor que sienten mapuches de todas las edades al hablar mapuzungun en situaciones externas a sus comunidades.
Según Elisa Loncón, la lengua es uno de los principales activos de cualquier pueblo: perderla significa perder la historia y la cultura. Sin embargo, fuera de La Araucanía –y me atrevería a decir que no tan afuera– lo mapuche suele asociarse al terrorismo o usarse como marketing para ofrecer a Chile como destino intercultural. En realidad, esa interculturalidad es polarizada, porque faltan políticas públicas que valoren y promuevan tanto un intercambio lingüístico entre chilenos y mapuches como el uso y preservación de la lengua en sus propias comunidades. Estas propuestas aportarían directamente a desestigmatizar el mapuzungun. De existir tales políticas, la interculturalidad se viviría desde su único origen posible: la lengua y el intercambio comunicativo entre culturas.
Frente a esta realidad, la salida no puede ser otra que la valoración activa y cotidiana del mapuzungun. Se necesita promover su conocimiento y preservación tanto dentro como fuera de la cultura mapuche. De esta manera, hacer del mapuzungun una lengua cotidiana en constante intercambio con nuestro dialecto, es reivindicarlo y tender un puente vivo entre la cultura chilena y la mapuche. A través de la lengua nos re-conocemos como sociedades y culturas que coexisten.
Como escribe Leonel Lienlaf en Palabras Dichas, de su poemario La luz cae vertical (2018), “Es otra tu palabra- me habló el copihue/ me habló la tierra. Casi Lloré”. ¿Es otra la palabra mapuche, ajena y sospechosa? ¿O es, en realidad, parte esencial de la nuestra?” Acceder a ella es abrirse a un mundo de belleza natural y promover su uso en hablantes autóctonos es justicia y restauración.
Loncón, Elisa (2017). Políticas públicas de lengua y cultura aplicada al mapuzugun. Revista Estudios Atacameños, 56, 199–214.
Lienlaf, Leonel (2018). La luz cae vertical. Santiago: LOM Ediciones. Poema “Palabras dichas”.