La receta para una mejor educación

Con un 60/40 el tiempo no alcanza para cocinar aprendizajes de calidad

Por Catalina Rodríguez Vergara

Imagina que debes cocinar una cena para tu familia. No tienes todos los ingredientes, el tiempo es limitado y, mientras preparas la cena, te interrumpen constantemente para atender, ordenar o resolver imprevistos. Cuando por fin sirves el plato, sabes que podría haber sido mejor, pero no hubo tiempo suficiente para una preparación de calidad.

Así es el trabajo docente en Chile: una carrera contra el reloj que no permite preparar con dedicación las clases que los estudiantes merecen. El tiempo debería invertirse en planificar, crear recursos y atender a las necesidades de cada niño. En cambio, se diluye en reuniones, trámites y tareas administrativas que crecen año tras año.

El horario docente se mide en el tiempo que los profesores pasan frente a una clase –horas lectivas– y las horas no lectivas. Usualmente, se le atribuye la única tarea de la planificación a esta última. Sin embargo, el documento “Incremento del Tiempo No Lectivo: Una oportunidad para Potenciar el Desarrollo Profesional Docente en la Escuela” del CPEIP, reconoce 11 tareas que deben ejecutar los docentes durante este tiempo no lectivo.

Se podría pensar que para realizar estas 11 tareas se otorga un tiempo adecuado. No obstante, la proporción que sostiene actualmente el trabajo docente es 60/40: 60% de horas de clase y 40% de tiempo no lectivo. Vale decir, se asume que cada docente hace más clases de las que puede planificar y preparar. Eso sin contar las otras tareas relacionadas con la calificación de evaluaciones, entrevistas de familia, trabajo colaborativo sobre el PEI o PME y un extenso etcétera.

¿Cómo se puede asegurar una educación consciente y de calidad ante este panorama?

En más de 30 años –desde 1991– sólo se ha conseguido adicionar un 15% a las horas no lectivas, siendo en esos años la proporción 75/25. ¿Tan poco se ha avanzado desde esos años en donde la educación era memorística y repetitiva?

Por ello, urge equilibrar las horas lectivas y no lectivas para que las clases sean vivas, creativas y profundas. Con el tiempo justo para planificar y preparar, cada niño podría descubrir aprendizajes significativos, recibir apoyo oportuno cuando lo necesite y desplegar todo su potencial.

Como menciona Gabriela Mistral en su Pensamiento Pedagógico “El tiempo es fragua en que acrisolamos experiencias”. El tiempo refina y mejora el aprendizaje, el cual no se realiza a máxima velocidad y con descuido. Sino que, con paciencia se prepara y se sirve, como una deliciosa cena hecha con amor y cuidado. Pues, sin el tiempo suficiente para pensar y crear, la educación se convierte en mera supervivencia. Y un sistema que solo sobrevive, nunca podrá transformar.

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