
La anécdota más célebre de su vida ocurrió en 1969, cuando, según cuenta la tradición, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, habría solicitado su permiso para el alunizaje del Apolo 11.
En el corazón de la Región de La Araucanía, la ciudad de Traiguén celebra la memoria de uno de sus hijos más ilustres y excéntricos: Jenaro Gajardo Vera (1919-1998), el abogado, poeta y pintor que, en un acto de audacia sin precedentes, se proclamó dueño de la Luna en 1954.
Su historia, mezcla de ingenio, creatividad y un profundo amor por su pueblo, sigue inspirando a generaciones y posiciona a Traiguén como cuna de un personaje que trascendió fronteras.
Nacido el 18 de noviembre de 1919 en Traiguén, Gajardo Vera creció en una familia numerosa y estudió leyes en la Universidad de Chile.
En 1954, desde la ciudad de Talca, dio un paso que lo inmortalizaría: inscribió la Luna como su propiedad en una notaría local, pagando 42 mil pesos chilenos y publicando tres avisos en el Diario Oficial, sin que nadie impugnara su solicitud. Este gesto, que algunos atribuyen a su deseo de ingresar al exclusivo Club Social de Talca y otros a una protesta poética contra los males de la humanidad, convirtió a Gajardo en una figura legendaria.
La anécdota más célebre de su vida ocurrió en 1969, cuando, según cuenta la tradición, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, habría solicitado su permiso para el alunizaje del Apolo 11. Gajardo, con su característico estilo poético, autorizó el descenso de los astronautas “en nombre de Jefferson, Washington y Walt Whitman”. Aunque la veracidad de esta historia es debatida, refleja el impacto global de su hazaña.
Jenaro Gajardo Vera, quien también fue fundador de la Sociedad Telescópica Interplanetaria y autor de ensayos como “Algunas cosas sencillas”, dejó un legado imborrable. En su testamento, donó simbólicamente la Luna al pueblo chileno, declarando: “Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas”.
Hoy, Traiguén recuerda con orgullo a este visionario que, desde una pequeña ciudad del sur de Chile, miró al cielo y soñó con lo imposible.