Palomas electorales, un fósil del Siglo XX que sigue contaminando nuestras calles en pleno Siglo XXI

Mientras el mundo transita hacia campañas digitales, sostenibles y transparentes, Chile insiste en revivir una reliquia del pasado: las “palomas” publicitarias. Estas estructuras plásticas de hasta 2 metros cuadrados, clavadas en plazas y avenidas desde el plebiscito de 1988, vuelven una y otra vez a invadir nuestras ciudades en las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2025 con la misma fórmula de siempre: caritas sonrientes, eslóganes huecos y promesas de lucha por los pobres que se evaporan al día siguiente de la votación.

Pero hoy no hablamos de cinismo político. Hablamos de contaminación real.

Cada “paloma” es un bloque de plástico no biodegradable que, tras 30 días de campaña, termina en vertederos, microbasuras o quemado ilegalmente.

Según datos del Ministerio del Medio Ambiente, solo en las elecciones municipales de 2024 se generaron más de mil 200 toneladas de residuos plásticos publicitarios en todo el país.

En regiones como la Metropolitana, Valparaíso y Biobío, el 70 por ciento de estas “palomas” no se recicla, a pesar de las normativas del Servel.

El proyecto de ley que prohíbe plásticos no compostables en propaganda electoral duerme hace dos años en el Senado. Mientras tanto, partidos tradicionales siguen imprimiendo miles de estas piezas a un costo de 7 mil pesos cada una, financiadas con aportes fiscales o donaciones opacas.

Propuestas concretas:

Prohibición inmediata de plásticos no compostables en propaganda electoral (2026 en adelante). 

Transición obligatoria a campañas 100 por ciento digitales y materiales biodegradables para 2029. 

Multas reales a partidos que dejen “palomas” abandonadas post-elección (hoy solo hay advertencias).

Basta de nostalgia contaminante. Los chilenos merecemos elecciones limpias, tanto en las urnas como en las calles.

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